jueves, 22 de marzo de 2012

¿SON UN CASINO LOS MERCADOS FINANCIEROS?


Para comenzar a hablar sobre el tema, tendríamos que aclarar qué son los mercados financieros y por qué hay quienes los asimilan a simples casinos.

Todos solemos manejar con mayor o menor soltura –y en nuestros días con mucha frecuencia– la palabra financiero, y conviene echar mano del Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), que lo define muy bien.

financiero, ra. (Del fr. financier). 1. adj. Perteneciente o relativo a la Hacienda pública, a las cuestiones bancarias y bursátiles o a los grandes negocios mercantiles.

Parece por tanto que lo financiero hace referencia a lo bancario, a la bolsa, a las grandes corporaciones empresariales o multinacionales.

También sabemos que un mercado es un espacio donde se compran y se venden bienes y servicios, así que podríamos definir los mercados financieros como unos espacios donde los agentes económicos intercambian activos financieros. Esos agentes económicos, en principio, somos todos; todos los que tienen alguna cantidad de dinero (por pequeña que sea) depositada en un banco, o en un fondo de inversión, o en acciones de cualquier empresa. Lo que sucede es que no todos los agentes somos iguales, sino que tendrán más fuerza aquéllos que más recursos posean. Y los que más activos acumulan en el sistema no son los particulares, sino las grandes corporaciones. Así que, ¿quiénes son los mercados?. Los bancos, los fondos de inversión, las multinacionales.

Una persona que deposita tres mil euros a plazo fijo en la sucursal de un banco en Albacete, o que invierte quinientos euros en acciones de REPSOL YPF a través de internet, está inyectando un dinero con el que esos agentes económicos (el banco y la empresa) van a realizar intrincadas operaciones financieras a nivel planetario. Operaciones que al común de los mortales se les escapan, y que alcanzan una ingeniería que ríase usted del acelerador de partículas de Ginebra.

La comparación de los mercados financieros con los casinos se debe a que los casinos son espacios donde la gente va con dinero a practicar juegos de azar, y los movimientos especulativos de los capitales en los mercados financieros internacionales han demostrado no responder a ningún tipo de lógica. Más aún son movimientos erráticos, azarosos. Las crisis periódicas de nuestra globalizada economía capitalista son una buena prueba de esto. Y es que los economistas neoliberales nos han intentando convencer de que los mercados son muy inteligentes y se autoregulan sin necesidad de intervención externa a los mismos (sin necesidad de los Estados), pero en la actualidad son los Estados –a través del Banco Central Europeo, por ejemplo– los que están posibilitando recuperar el sistema.

Igualar o asimilar casinos a mercados puede resultar un poco frívolo para algunos, pero pensemos en ello. Si uno se echa a la cartera mil euros y se mete en el casino, sabe que puede salir habiendo multiplicado por diez lo invertido o –lo que es más probable– volver a casa sin un solo euro. En los diversos juegos del casino (ruleta, cartas, máquinas recreativas) hay reglas, con lo que cada cual sabe a qué atenerse; se trata por tanto de un mercado regulado. Además hay quien vigila o controla a los jugadores, con lo que el mercado, además de estar regulado, se encuentra sujeto a una supervisión. La regulación de los mercados financieros es bastante laxa, ya que casi toda operación (hasta la más especulativa) es posible, y las reglas pueden cambiar sobre la marcha en cualquier momento, y en cuanto a la supervisión, un mercado globalizado es incontrolable para los Estados individualmente, y los organismos internacionales que se encuentran por encima de los Estados y las agencias de calificación crediticia han demostrado que no controlaban demasiado.

La crisis en la que nos encontramos desde septiembre de 2008 tiene mucho que ver con los mercados financieros; más exactamente con la separación entre los mercados financieros (economía financiera) y la economía real. La economía real es, para entendernos, la tangible. Se refiere a las transacciones de bienes y servicios no financieros. Hablamos de la fábrica de calzado o de automóviles, o de la panadería de la esquina. Hablamos del noventa y tantos por ciento de empresas españolas que son PYMES (pequeñas y medianas) y de las familias, cuyo principal y común problema hoy por hoy es la falta de financiación. El dinero que reclaman estos pequeños agentes económicos para producir bienes y servicios y pagar a sus empleados y consumir productos, esa financiación para tomar un poco de aire y seguir adelante, es la que deberían proveer los mercados. Sin embargo, esa liquidez (como el medio billón de euros que el Banco Central Europeo le prestó a los bancos el mes pasado al 1%) se utiliza para muchas otras cosas, pero no para financiar a la economía real.

Y es que los mercados financieros, pese a que su función principal sería financiar a la economía real, han adquirido una vida propia. Han pasado de ser un instrumento para convertirse en un fin en sí mismos, y sus veleidades nos han arrastrado y empobrecido a todos. Y todos deberíamos exigir a Estados y a organismos internacionales su regulación y su supervisión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario